A parecer, la vieja interpretación de Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra (Génesis 1:26. RVR60)”, a la luz de herramientas hermenéuticas que se desentienden del prisma de la racionalidad moderna, no da cabida a considerar el señorear como excusa para vivir en un mundo en crisis como si esta no existiera, sino más bien para hacerse cargo de generar las soluciones. Y, he ahí el tremendo valor y fortaleza de este ensayo: buscar aquellas respuestas desde la Ecología Bíblica, no desde la Eco –Teología. Dichos conceptos suenan parecidos, pero en su fondo no lo son, puesto que toman diferentes puntos de inicio: la Biblia (en el caso de la Ecología Bíblica) y las Ciencias de la Religión (en el caso de la Eco – Teología).
La lectura de la presente obra aporta fundamentales precisiones, y una propuesta que, aunque recoge referentes teológicos y filosóficos diversos, vuelve al punto de origen fundamental, es decir, la citada Sola Scriptura como aquel fundamento que no está sujeto ni al alarmismo ni al negacionismo, sino al punto de autoridad respectivo y entendiendo que, aunque hombres y mujeres estamos de paso en esta realidad y caminamos como mirando al Invisible, también daremos cuenta de nuestro peregrinar.
Recomiendo y animo la lectura de este precioso ensayo (más de una vez para poder calibrar los conceptos e ideas fundamentales), también el análisis de las propuestas que aquí el Benjamín construye, por tanto, confío que esta será la primera de varias obras en las cuales nos va a invitar a reflexionar y actuar de manera responsable e informada. Mi reconocimiento a un trabajo maduro, serio y de búsqueda fidedigna.
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